viernes, 10 de mayo de 2013

Saul Bellow - Carpe Diem (Seize The Day) - 1956



“Nadie parecía contento, y Wilhelm estaba especialmente horrorizado con el cinismo de la gente de éxito. El cinismo era el pan de cada día para todos. Y la ironía también. Quizá no se podía remediar. Probablemente, hasta era necesario. Wilhelm, sin embargo, lo temía intensamente. Cuando al acabar el día se encontraba más cansado de lo corriente, lo atribuía al cinismo. Demasiado negocio hecho en el mundo. Demasiada falsía. Usaba varias palabras para expresar el efecto que eso tenía en él. ¡Gallinas! ¡Sucios! ¡Congestión! Exclamaba en su corazón. ¡Lucha por la vida! ¡Falsedad! ¡Asesinato! ¡Hagan juego! ¡Tramposos!” (24)

“Eso era típico de Wilhelm. Al cabo de mucho pensarlo y vacilar y examinar, siempre acababa por tomar el camino que había rechazado innumerables veces. Diez decisiones así formaban la historia de su vida. Había decidido que sería un grave error ir a Hollywood, y luego fue. Había decidido no casarse con la que fue su mujer, pero luego se disparó y se casó. Había decidido no invertir dinero con Tamkin, y luego le había dado un cheque.” (32)

“¡Uf! Cómo les gusta el dinero, pensó Wilhelm. ¡Adoran el dinero! ¡Santo dinero! ¡Hermoso dinero! Las cosas se estaban poniendo de modo que la gente era tonta  en todo menos en el dinero. Mientras uno no lo tiene, es un muñeco. Tendría que excusarse y desaparecer de la faz de la tierra. ¡Cobardes! Eso es lo que eran. El negocio del mundo. Si pudiera encontrar una salida…” (49)

“Wilhelm volvió a pensar ‘¿Por qué hay que tratar de mí y de mi vida, y no de él y de su vida? Él nunca lo consentiría. Pero yo soy un idiota. No tengo reserva. A mí me lo pueden hacer. Charlo; tengo que pedirlo. Todo el mundo quiere tener conversaciones íntimas, pero los tíos listos no se conceden, sólo los tontos. Los tíos listos hablan con intimidad de los tontos, y les examinan de arriba abajo y les dan consejo. ¿Por qué lo consiento? (…)’.” (52)

“– Das demasiada importancia a tus problemas – dijo el Doctor –. No hay que convertirlos en un oficio.” (61)

“Pero al mismo tiempo, como había en Wilhelm profundidades no insospechadas por él mismo, recibió una sugerencia de algún remoto elemento de sus pensamientos, de que el asunto de la vida, el verdadero asunto – llevar adelante su peculiar carga, sentir vergüenza e impotencia, degustar esas lágrimas reprimidas –, el único asunto importante, el asunto supremo, se estaba haciendo. Quizá el cometer errores expresaba el propio objetivo de su vida y la esencia de estar él allí. Quizá a él le tocaba hacerlos y sufrir por ellos en la tierra. Y aunque se había puesto por encima del señor Perls y de su padre porque éstos adoraban el dinero, sin embargo, había que actuar con energía y eso era mejor que aullar y gritar, dar golpes y errar y andar a sacudidas y caer en las espinas de la vida. Y por fin hundirse bajo las aguas… ¿Sería eso mala suerte, o un buen modo de librarse de todo?” (76)

“– Hay una cosa que usted debería ver con claridad. Concentrar capital es una agresión. Eso es todo. La explicación funcional no es más que una. La gente va al mercado a matar. Dicen: ‘Me voy a cargar a todos.’ No es casual. Sólo que no tienen el valor auténtico para matar, y erigen un símbolo de eso. El dinero. Matan en su fantasía. Ahora, contar y numerar es siempre una actividad sádica. Como golpear. En la Biblia, los judíos no dejaban que les contaran. Sabían que eso era sádico.” (92)